De nuevo en la brecha dando todo trabajando.
Cada semana desde hace poco, me encuentro algunos días con un escándalo al llegar a trabajar. Desde primera a última hora.
Son los más pequeños de nuestros pacientes: corren, rien, saltan, se pelean, algunos lloran mientras les pinchan o están cansados y en brazos de sus padres. Otros son muy vergonzosos y se esconden tras las faldas de las mamás. En definitiva, como las personas mayores, los niños son distintos, cada uno con su forma de ser. Y los niños enfermos también.
Sin embargo, hay algo que no les pueden quitar y de lo que aprenderemos los grandes siempre: pocas veces he visto pequeños tan sensibles, tan solidarios, tan enamorados de la vida, tan felices en definitiva. A veces olvido lo que les ocurre, no puedo creerlo, así de simple. Y mientras, en cada calle de cada ciudad veo a los niños tan encaprichados de todo, a los padres con ese sentimiento de culpa y esa necesidad de malcriar como sea no vaya a ser que el nene tenga complejos...pienso en éstos chiquitines luchando en el día a día, pasando temporadas sin escuela, viendo pasar días en tras las ventanas del hospital pero jugando en cuanto pueden, animando a sus madres.
Gracias por ésta gran lección, enanos. Gracias por hacernos mejores cada día.