miércoles, 18 de mayo de 2011

Hasta siempre.



Ser médico a veces es fácil y otras más complicado. Cuando hay que enfrentarse a la muerte de una persona joven de forma más o menos esperada, siempre resulta una misión imposible.

En un mundo en que queremos una solución expres a nuestros problemas, encontrar la paciencia para afrontar un reto como una enfermedad crónica, es demasiado duro. Y nos negamos a reconocer que hemos perdido...pero de ahí a encarnizarnos con un paciente, a querer morir con las botas puestas, a seguir y seguir sin límites hasta donde haga falta por encima del dolor y del sufrimiento a sabiendas de que sólo prolongaremos la agonía pero que esa noche creemos dormiremos más tranquilos. Y sin embargo ¿quién es el que importa en este caso?¿tenemos derecho a aplicar el egoísmo como familiares o incluso como médicos para hinchar el pecho por haber hecho posible un día más de supervivencia?.

Yo he visto esos ojos decirme "no puedo más", los he visto suplicar "déjame marchar". Y esa es también nuestra labor, cuidar por encima de todo, nadie es un dios superpoderoso. Por misericordia, el día que lo olvide me marcharé de aquí y me dedicaré a cualquier otra cosa.


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